Monday, November 04, 2013

THE VISUAL POETRY OF SILVIA FLICHMAN -LUIS FELIPE NOÉ

THE VISUAL POETRY OF SILVIA FLICHMAN I often say something I deeply believe: painting is essentially abstract because its building elements line, color, space - are connotative before denotative. Figurative is the world around us as well as ourselves. In this sense painting has the possibility, if the artist want, of being hyper-realistic, or based on these elements' coordination, a mixture of abstract and figurative elements, or even remaining in the abstraction’s domain. However, in the XX century with the affirmation of abstract painting, a fourth element, the collage, was added allowing the achievement of a new image based on previous ones. I recall all this to mention Silvia Flichman’s work in which the stage space -the white surface of canvas- is privileged with the purpose of making the line dance among colors which (musically, I would say) dance with it. The strange thing is that as a methodology the collage prevails in her work, but Silvia breaks into pieces the referential image (if this is the case) given that she is interested in the sensoriality of the materials she applies to build the work. The paintings of Silvia achieve in this way a very peculiar charm: the images she offers are witnesses, very well refined by sensibility, if not always enjoyed, of lived life. But her paintings, even through a certain melancholy, smile with irony. And her painting is very much an example of visual poetry because she uses all the mentioned elements in an essential way to refer abstractly to life, as one who says it is “love”. Luis Felipe Noe / 2008
And these images, these reverberations… Wallace Stevens, Metaphor as Degeneration. Una exposición implica elegir. Elegir supone admitir y rechazar. Las razones de la elección varían, desde la simple cuestión del espacio hasta la complejidad que implica conformar un conjunto, un grupo cuyos componentes tengan íntima relación entre sí. En el caso de Silvia Flichman, me parece, el colectivo se abre en dos direcciones, bien determinadas: por un lado, una intervención en el papel mediante alguna herramienta adecuada y, por el otro, el uso del siempre fascinante recurso del collage. ¿Qué tiene en común lo expuesto? Obviamente, el soporte –el papel-; de allí en más, una aventura que la propia artista define como alejada de su obra anterior pero que, en los casos en que se sirve del collage, manifiesta puntos de contacto con su trabajo precedente. Arte surgido, según Silvia, de una crisis. De una crisis estética; cuando digo estética no hablo de formas sin más, como ondas en la superficie, hablo de algo que hunde sus raíces hasta lo más profundo, allí donde se mueven criaturas abisales, luminosas para superar lo oscuro y chatas por la indecible presión. Crisis implica puesta en tela de juicio, autocrítica, anhelo y necesidad de cambio. Pero, al mismo tiempo, nadie deja de ser el que es, o cree ser, y el nuevo rumbo es, en última instancia, otro nudo alrededor del eje único, de la espina dorsal, la misma que existe desde el primer día. En otras palabras, una vía alterna, sí, pero abierta sobre la misma ruta asfaltada con materiales de sueños, deseos, angustias y alegrías. En la pequeña sala, los presentes se decían unos a otros: “… esto parece…, esto se asemeja a…” Algo así como aquel que, tumbado de espaldas, mira pasar las nubes y encuentra en cada una la forma de un animal, un rostro, un barco. Un modo de aferrarse a algo, de no sumergirse en el misterio, de hallar calma en lo cotidiano, en lo conocido. Pero el arte de Silvia, en esto no varió, trae noticias de otros mundos que, como dijo alguna vez un poeta, también están en éste. Aquí, ahora lo veo, reside, más allá de la diversidad obrante en ambas direcciones, hablo la del papel trabajado mediante prensa y el collage, una idéntica intención que relaciona las obras entre sí y las obras anteriores de Silvia: la manifestación de otros planos, de otros niveles de conciencia, la aparición automática de criaturas imprevistas que, como alguna vez dijera Borges, nos revelan que los sueños no son menos reales que lo que llamamos la realidad. Carlos Barbarito Buenos Aires, noche del 2 de octubre, 2013

Sunday, July 28, 2013

La poesía visual de Silvia Flichman. por Luis Felipe Noé Suelo decir algo que profundamente creo: la pintura es esencialmente abstracta porque sus elementos constitutivos –línea, color y espacio- son connotativos antes que denotativos. Lo que es figurativo es el mundo que nos rodea y nosotros mismos. Es así que la pintura tiene la posibilidad de, si el artista quiere, de llegar a ser hiperrealista en base a la coordinación de esos elementos o mezclar los elementos abstractos con los figurativos o también quedar en el dominio de la abstracción. Sin embargo, en el siglo XX, junto con la afirmación de la pintura abstracta se agregó un cuarto elemento el collage, con el cual se puede lograr una nueva imagen en base a imágenes anteriores. Recuerdo todo esto para referirme a las obras de Silvia Flichman en las cuales el espacio escenario –la superficie blanca de la tela- es privilegiado con el propósito de hacer danzar a la línea entre colores que (musicalmente diría) la acompañan. Lo curioso es que como metodología prima en sus obras el collage, pero Silvia atomiza la imagen referencial (si es que la tiene) dado que lo que le interesa es la sensorialidad de los papeles a los que apela para ir constituyendo la obra. Las pinturas de Silvia logran así un encanto muy particular: las imágenes que nos brinda son el testimonio, muy refinado por la sensibilidad, de la vida vivida no siempre gozosa. Pero sus obras, aunque algo melancólicas, sonríen con ironía. Y lo muy propio de ella es que es un ejemplo de poesía visual, porque utiliza todos los elementos indicados de una manera esencial para abstractamente referirse a la vida como quien dijera “amor”. Luis Felipe Noé / 2008 Sunday, June 15, 2008 El papel de la artista por María Teresa Constantín Flichman va de la exploración técnica a tos ecos de la historia a partir del pegado de trozos de papel. Las obras de Silvia Flichman no tienen titulo. Probablemente la intención de la artista es concentrar al espectador, sin guías de lectura, sin sugerencias, en el silencio de la contemplación de la obra. Un primer abordaje de sus trabajos muestra la exploración del pegado de papel sobre diferentes soportes. Papel de arroz, barrilete o de molde, en general de una particular ligereza, son impregnados de una preparación de cola con agua y fijados sobre el soporte. La blandura obtenida permite la arruga, el amontonamiento, la acumulación de transparencias. Luego, barniz o Pintura muy diluida cubren el soporte y producen nuevas emergencias. En otras obras el procedimiento consiste en cubrir con pintura y limpiar luego: el color queda retenido en las arrugas del material, como si se tratara solo de un rastro producido por el tiempo. Ese primer gesto de pegado casi expresionista da lugar luego al surgimiento de formas más controladas: a veces un complejo trabajo de transparencias cubre todo el soporte, otras veces la forma generada por el pegado cae desde lo a1to de la obra como en una catarata, o crece desde abajo. Sus trabajos recientes, más depurados, se estructuran a partir de un núcleo central, unos grafismos negros, que abrazan el formato del soporte y se instala en un campo, vació. A veces una obra revela el pegado de un trozo de una carta familiar: elegido por la calidad del papel, incorpora, como a pesar de la artista, el rastro de la caligrafía de los afectos y la obra se carga de nuevos sentidos. Así, entre el automatismo del gesto que la liga a la tradición del surrealismo y la exploración de las posibilidades técnicas. Flichman busca en el terreno sutil de lo sensible. María Teresa Constantin